Diarios Desesperados de Gyorgyike

Diarios Desesperados de Gyorgyike

            En abril de este año, se descubrieron finalmente los D.D. (Diarios Desesperados) del profesor argentino de origen húngaro Nikolas Gyorgyike. Había dispuesto que estos diarios nunca se publicaran “tratándose de material intestino sacados de una vida psíquica alterada”, según confiesa su esposa Berenice. Después de un laborioso ordenamiento de los manuscritos, pero no sin antes convencer a la viuda,  la editorial Kavska procedió a su publicación. En los próximos días se encontrarán en las librerías de Hungría y Argentina exclusivamente.

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            Cualquier lector interesado en las extrañas formas que puede alcanzar una mente sobrecargada estará dispuesto a pagar el precio de tapa.

            Gyorgyike padecía hace décadas de una extraña enfermedad que los psiquiatras han llamado síndrome de pudrimiento erudito. Se sabe que Gyorgyike poseía en sus años juveniles y hasta casi los 50 años una sorprendente erudición en materias tan variadas como la pintura, la literatura, la aeronáutica, la historia del Peloponeso, la caligrafía china, el Cantar de los Cantares, el urbanismo en África, los motores a inyección y la manutención de centrales nucleares. Según consta en una de sus anotaciones de 2001 confiesa que “se apoderó de mí una rara demolición del intelecto que me cubre de escombros, y lo que antes era un conocimiento ahora es un pedazo disperso, inconexo, disparatado que se arrastra como un reptil hacía ninguna parte…Ya no puedo enseñar más. Es hora de refugiarme en la espantosa soledad que me llevará al continente temido: la locura”.

       En agosto de 2001 renunció a todas sus cátedras y se limitó a escribir. Durante el último congreso de Psiquiatría, dicha enfermedad ha pasado a llamarse Síndrome de Gyorgyike. En las Actas del Congreso puede leerse: “Es un fenómeno común que aquellos que albergan en sus mentes cantidades excesivas de conocimientos sucumban a un lento proceso de pudrición. Esto se debe a que esos conocimientos, durante lapsos importantes de tiempo no se utilizan y al  quedar estancados en la memoria, se “pudren” como cualquier elemento orgánico. No se pierden, se conservan pero en estados de putrefacción”.

      Sin embargo, para el escritor noruego Ernst Kirstenboig «no se trata en absoluto de un síndrome sino de todo lo contrario. Es una forma de vida, un modo de madurar que bien puede llamarse pudrirse con estilo

 

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