Listas Negras de la Dictadura

Listas Negras de la Dictadura

En estos días se dieron a conocer las Listas Negras de la Fórmula 4 . Ante semejante publicación que contiene nombres destacables de la literatura, teatro, música, cine y pensamiento, cabe hacerse una pregunta: ¿quién se ocupaba de leer, ver, escuchar y estudiar esas obras para detectar su peligrosidad? ¿Acaso había un comité de expertos que sabían discernir entre buenos escritores de malos, buenos músicos de músicos vulgares, entre films valiosos de otros mediocres? ¿O acaso se trataba simplemente de elecciones al boleo? Entre los mencionados y más conocidos se encuentran: Norma Aleandro, Héctor Alterio, Víctor Heredia, Antonio Berni, Mercedes Sosa, María Elena Walsh, Nacha Guevara, Luis Brandoni, Federico Luppi, Leonardo Favio, Osvaldo Pugliese, Fernando «Pino» Solanas, Hugo Midón, Víctor Laplace, Horacio Guarany y Lidia Lamaison, entre otros.

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Al parecer, justamente por los nombres listados, la dictadura contaba entre sus secuaces a excelentes lectores, críticos de cine y de teatro, instruidos en pensamiento y oídos sutiles para la música. Extraño que así sea. ¿Cómo creer que además de torturadores tenían entre sus tropas a espíritus finos que sabían detectar obras maestras?

Entonces hay que hacerse otras preguntas: ¿No sería conveniente que se sepa quiénes se tomaban el trabajo de leer, ver, escuchar e interpretar? ¿Cómo trabajaban? ¿Se reunían a oscuras para ver los films y analizarlos? ¿Leían las obras completas para descifrar la trama de una novela o cuento? ¿Escuchaban los conciertos, se tomaban la labor de leer entre líneas las letras de las canciones? ¿Qué métodos hermenéuticos poseían?¿Sabían cómo descifrar un metatexto?¿Conocían las obras completas de Karl Marx, León Trotsky, Vladímir Ilich Lenin, Mao Zedong, Adam Smith, David Ricardo, Montesquieu, J. J. Rousseau, Louis Althusser, Feuerbach y Friedrich Engels para el ranking de las Fórmulas? ¿Cuál de la facultades intelectuales utilizaban para establecer el grado de peligro, ya que las Listas Negras tenían 4 grados o Fórmulas de peligrosidad?¿O en lugar de facultades usaban obsesiones? ¿Cómo determinaban esa peligrosidad? ¿Mediante la intuición, gracias a nombres propios citados, mediante tipos de acordes o melodías, analizando las teorías cinematográficas de Einsenstein? ¿O sólo se remitían a buscar el nombre Marx, por ejemplo? Y si así fuese, ¿qué sucedía si se encontraban con Los Hermanos Marx? ¿Cómo discriminaban a Karl de Groucho?

Lo que me interesa es saber quiénes eran estos “verdugos del espíritu”, ya que hace tiempo sabemos quiénes fueron sus víctimas. Y no sólo sería conveniente saber quiénes eran sino —y no es un asunto menor— saber bien cuáles eran sus métodos y formas de trabajo para discernir. Porque de alguna manera hay que reconocer que entre los verdugos había, sin lugar a dudas, reservados estudiosos que ponderaban obras según criterios de peligrosidad. Y eso no es poca cosa en materias espirituales. Cualquiera me diría que era una tarea evidente y fácil pues muchos de los nombres citados en las listas eran renombrados o de público conocimiento.

Pero lo que me hace dudar es que no detectaron ninguna peligrosidad en uno que, a mi entender, era el más peligroso de todos. Sí, el summa periculum que sin duda suministró a muchos de los citados en negro inspiración para sus obras. ¿Justamente a ese no lo detectaron como peligroso? ¿Cómo es posible? ¿Cuál era el criterio entonces?

Que no lo hayan detectado—tampoco lo detectaron los proveedores del Premio Nobel—obliga a creer que esos estudiosos, o no lo eran tanto o no sabían lo que hacían. Es raro. Yo sé que me dirán que ese tenía predisposiciones al régimen dictatorial del momento—vulgarmente que era de derecha— pero no hay que fiarse de las apariencias en estos asuntos tan importantes. ¿Quizá no estaban a la altura de comprender sus escritos?¿A qué altura hay que estar para comprender a ese

Al parecer ese comité no era tan ilustre ni entendido. Porque si hubieran leído atentamente la obra de ese sin duda hubiesen creado un escalafón superior en los grados de peligrosidad. La Fórmula 5: «Registra infinitos antecedentes de tantos tipos que resulta inclasificable haciendo hartamente aconsejable su no ingreso y/o permanencia en ningún confín del orbe ya que sobrepasa los límites de la razón pura, práctica, lógica, ilógica, marxista, no marxista, etcétera.»

Por tal motivo hubieran no sólo perseguido su persona física, como hicieron con los citados, sino que debían incendiar su obra y destruido todos los ejemplares. Y para asegurarse, quemar varias Bibliotecas. No hicieron ni lo uno ni lo otro. ¿Entonces qué? Entonces hay que reconocer que no hicieron bien las cosas porque la obra de ese, digo bien y no se malinterprete, la obra sola de ese vale infinitamente más que todas las citadas en las listas negras. No me refiero al cuerpo físico ya que todas las vidas humanas tienen el mismo valor. Pero el hecho de haber dejado pasar a ese demuestra que se han dejado llevar por las apariencias. Vieron a ese como un simple e insignificante escritor que tenía “supuestas afinidades con el régimen”. Y ahí está justamente el meollo de estas listas negras: que nunca terminan siendo tan negras como se cree. Porque entre la negrura dejaron pasar cierta luz—insisto que no hablo de personas físicas sino de las obras—, una luz que redime a todas las obras censuradas, una obra que las supera, y que con ella sola se prueba que tales listas las hubo pero al mismo tiempo, omitiendo la obra más peligrosa de todas, no las hubo del todo. Siempre los verdugos, cuando queman, torturan o matan, creen que queman, torturan o matan. Pero siempre hay un espíritu más sagaz que todos ellos que se la ingenia para pasar desapercibido haciéndoles creer que es un cordero inofensivo cuando en verdad es el escritor más peligroso de todos. Esta omisión de las listas negras del más negro de todos los negros contiene una moraleja: ninguna dictadura por atroz que se ensañe contra los hombres que piensan jamás detectará al que verdaderamente piensa.  

Yo he ido a visitar en Ginebra a Jean Pierre Bernes, traductor de ese al francés, cuando junto a María Kodama, se ocupaba de cuidar su obra de las posibles dentelladas propias de los envidiosos. Sabía que había que reunirla, editarla, protegerla para las generaciones venideras y no dejarla a merced de los rapaces. Entendió como pocos nuestro continente sudamericano, nuestra patria, nuestros barrios y nuestras calles. Supo creer que “con el tiempo mereceremos no tener gobiernos”. Entendió que la “democracia es una superstición muy difundida, un abuso de la estadística”. Nos advirtió que “las tiranías fomentan la estupidez”.

Este heresiarca del arrabal porteño no estuvo inscripto en el Libro de las listas negras no por su aparente inclinación política sino justamente porque supo ser el más grande de los impostores. Una vez dijo: “Dicen que soy un gran escritor. Agradezco esa curiosa opinión, pero no la comparto. El día de mañana, algunos lúcidos la refutarán fácilmente y me tildarán de impostor o chapucero o de ambas cosas a la vez”.

Cabe concluir entonces que los redactores de las Listas Negras y algunos que aún están entre nosotros son “esos algunos lúcidos…”

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