Es una vergüenza lo que siento…
He perdido esa serena caligrafía por este bajo teclado. Ya no salen ni llegan correspondencias. Algunos ya no sabrán escribir a mano. La nostalgia de ciertos objetos de mi niñez crece a medida que soy más antiguo. Pierdo la calma y la paciencia al escuchar el aturdimiento callejero. Antes caminaba pausadamente por calles menos transitadas. Las mujeres se vestían con delicadeza. No hay sombreros ni bastones. O hay menos. Ya no hay damas ni muchachas; ahora hay jóvenes. Los aristócratas faltan. Las confiterías son…