A-filosofía
La filosofía no está alejada de la compleja trama de la existencia humana. Todo, hasta los detalles más insignificantes, incita a pensar. El pensamiento es un ejercicio raro y extremo en el que uno siempre se haya implicado: rara vez consuela. Es un esfuerzo discreto, cauto y proporcional que eleva la compleja condición de mortal a la altura que cada uno decida. Y ese esfuerzo apunta, sin disimulo, a llegar a ser lo que se es. Una de las posibles deficiencias de la enseñanza de la filosofía es la excesiva importancia dada a la información histórica en detrimento de la existencia visceral, de la interioridad y del sutil mundo de los afectos. A veces se privilegia por demás el excesivo estudio de los sistemas filosóficos sin considerar que también es imprescindible examinar la fragmentada y absurda vida. La filosofía puede desaprovecharse al pretender ser una disciplina casi cerebral: se convierte en cosa abstracta, soporífera, hueca, decorativa. Es entonces cuando pierde su licor vital que permite beber en aguas profundas las paradojas de la existencia. Pero cuando avanza, arremetiendo sobre los problemas y heridas de la vida, se vuelve crucial y necesaria. La filosofía no se recibe ni se transmite; hay que saltarle al encuentro y “descubrirla en uno mismo, después de recorrer un trayecto que nadie puede hacer por nosotros” , como presintió Marcel Proust. Si no fortalece la íntima relación de uno con la necesidad y el azar de la existencia, entonces se vuelve artificial y engañosa. Pensar es desafiar lo conocido y conquistar una intrépida esperanza. Es una cuidadosa disposición que libra de prejuicios, supersticiones, posesiones y hábitos demasiado arraigados. Es el afán de enamorarse de la vida con inteligencia sensible y agradecer el aire que se respira (por más turbio que sospechemos que sea). Así como las abejas -en sigilosa labor metafísica- son atraídas por flores para buscar dosis de néctar con la que producen la miel que sosiega la vida, del mismo modo los seres humanos tropezamos y chocamos con temores, temblores, balbuceos y felicidades que nos advierten que en esas conmociones reside la noble e infinitamente humana tarea de pensar.