Esos animales…

Esos animales…

24Quizá esos animales—que por momentos subestimamos—nos miran y miran desde la eternidad. Seguramente desconocen el tiempo y saben de otros colores. ¿Quién podría aventurar que un espacio los rodea o que tiene un cuerpo tal como lo vemos nosotros? Con cierta inmodestia los hemos agrupado a todos con el nombre de bestias o de fieras. Supestamente insensibles a nuestras más elevadas intelecciones. Lo …que sí no dudo es que han desistido de la civilización y del progreso. Un gato de Alejandría es el mismo que veo en Buenos Aires y el mismo que circula por los pasillos de mi edificio. Al parecer desprecian la esperanza y el porvenir. Deben leer signos que nos están vedados. No han necesitado de arquitecturas ni de libros y ni siquiera se han subordinado a un lenguaje común. Si reconocen jerarquías. No han perdido el sentido de la superioridad ni de la inferioridad entre ellos. No es un pequeño detalle. Sospechamos que su estilo y la materia de su acción es el instinto. Pero lo cierto es que tenemos prohibido mirar con sus ojos y oler con sus hocicos. Tal vez tengan su refinamiento y profundas preferencias y modales sutiles. Incluso un gusto extremo para el sabor de su alimento. Con indudable arrogancia—nosotros—nos hemos separado de ellos. Estudiamos sus comportamientos, clasificamos su anatomía y los embalsamamos para los museos.. Hasta cierto punto los domesticamos. A casi todos les tememos, y de los más robustos y fieros huimos con espanto. En verdad, no sabemos nada, como nada sabemos de estrellas lejanas ni de mares impetuosos ni de nosotros mismos. Quizá nos observen como esclavos, como presos ilusos de una libertad que hemos perdido, y que los barrotes y jaulas son nuestra geografía. Que trazamos calles y ciudades, que cultivamos el campo, que comerciamos para saciar el hambre. Quizá sepan que nuestro empeño mayor, por el cual más nos obstinamos es la servidumbre absoluta, y que nuestra única astucia es haber creído que se pueden doblegar los instintos a tal punto que necesitamos la vestimenta y el ornamento porque estamos demasiado avergonzados de nuestro cuerpo. Callan, sospecho, porque tienen la certeza que hemos sucumbido a Dios, a los sacrificios, a la misa, al alma, a las ideas y al tiempo, y más grave aún, a la muerte y al miedo a la muerte. ¿Compasión nos tienen o desprecio? No podría afirmarlo (me es imposible hacerlo) pero ciertamente creo que ven en nosotros una lamentable condición, un desvío sin retorno, una criatura inferior. Ellos que insisten en su único reino animal deben reírse de los reinos celestiales y terrenales que fabricamos. Reinado sin reyes, sin súbditos, sin lujos. Sin médicos ni enfermos. Sin pobreza ni riqueza. Reinado sin cultura. Reinado, al fin, que nunca perdieron, invisible para nuestra ya torpe percepción por haber degenerado los sentidos. Y callan por vergüenza del hombre que los mata.
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