Obstinación
Sin una tremenda obstinación—fisiológica y psíquica—no hay lugar para pensar. Hay un tipo de hambre inexplicable que lleva a implicarse en una imperceptible zona de ignorancia por excelencia en la que incluso resulta imposible describir qué clase de ignorancia es, pues no remite justamente a ninguna insuficiencia de saber.
El pensamiento, si bien depende del saber, se mantiene por fuera.
Si no fuera por todas esas contrariedades de la existencia— no habría pensadores insistentes. Obstinados.
Las prohibiciones legales no son asunto del filósofo. Su tarea consiste en percibir prohibiciones imperceptibles encerradas dentro de lo que se puede. O ver aquello que está evidentemente a la vista, y que a pesar de ser mirado, no se ve.
Formarse de una selección o colección de correspondencias así como de disconformidades.
Que lo absurdo ingrese mediante los lugares comunes.
La maquinaria que la sociedad mejor aceita es la que intenta destripar las soledades impertinentes. En otros tiempos más piadosos, recurría a la hoguera.
El hallazgo de una afinidad puede llevar años de tristeza.
Es a fuerza de borradores desparramados que se consigue fraguar una obra que empuje la vida hacia el precipicio—para sentir el vértigo siempre anhelado.
La filosofía es un delito cuyo culpable nunca consigue aclararse.