Sadismo
El sadismo de los gobernantes ha encontrado por fin buenos masoquistas en sus gobernados. Estos últimos pegan sus grititos más agudos cuando aquellos apenas levantan el látigo. Pronto ni siquiera necesitarán del látigo para hacerlos gritar. Además ya los alimentan con ratas exigiéndoles que coman con delicadeza y buenos modales para que recuperen esas fuerzas que pierden en sus lamentos. El espect…áculo, visto a vuelo de pájaro, es conmovedor. De muy cerca, no se ve en absoluto. Pasa en las orgías que, cuando hay tanta proximidad, no se sabe quién pega y quien recibe. Todavía no se ha encontrado la ubicación de ese punto desde donde se vea precisamente la tiranía de los primeros y la sumisión de los segundos. Ni siquiera el pensamiento-que debería ocuparse de encontrarlo-se ha tomado la molestia de encontrarlo por su indecorosa participación en el desenfreno. Como ya no sabe si viene por derecha o por izquierda, el pensamiento prefiere los golpes también, y llora o se queja- se queja más de lo que llora- de los latigazos. Para rematar, el sexo impone las leyes a la política. ¿De quién depende, entonces, que el látigo desaparezca? De nosotros. ¿De quién depende que permanezca? De nosotros.