Diario
Mis relaciones siempre fueron bastante abstractas, como la filosofía. Nunca pude palpar la existencia, y si la nombro es tartamudeando, balbuceando, sin encontrar tierra donde apoyarme. Por eso, más solvente de inexistencia, más acostumbrado a estar afuera que adentro, confundido queriéndolo conseguir todo al precio de no conseguir nada. Describir mi estado es describir una prolongada desgracia. Resulta infructuoso trazarme una identidad. Las aguas turbulentas de la contrariedad, me llevaron de aquí para allá, sin ahogarme nunca…hasta ahora. Jamás alcancé la estabilidad, la uniformidad, la simetría ni la más mínima rutina. Un cartel puedo llevar colgando del cuello que diga “no uniformidad”. Por eso lo que se me venía al cruce siempre era una desemejanza continua, una variación enloquecida…y adentro una disconformidad colosal con las cosas, con los seres, con el mundo y con el cepillo de dientes. Mi cantidad de fuerza ha sido desigual. Nunca alcancé el medio. Y la única compensación fueron algunos arrebatos, arrebatos de grandeza la mayoría de las veces, que me fueron incrustando en una pequeñez cada vez más pequeña. La superioridad que clamaba en esos arrebatos me hundía en una inferioridad apabullante. Disminuí con los años. La sustracción fue mi matemática espiritual. Este decremento, que trato de esbozar, fue rebajando mi estima, mezcla de torpeza, pereza, vanidad. Me fui desuniendo en partes desiguales. Los años no sumaron sino que fueron restando trozos de incoherencia y descomposiciones varias. Componer: esa es mi imposibilidad mayor. Apenas partes desparramadas en libretas, cuadernos, correspondencias desparejas, interrumpidas, incompletas.
Hablo en un idioma taciturno, sin principio ni fin. Qué amalgama de anomalías fueron apareciendo año tras año, menoscabando la regularidad. Mi vida es un retroceso constante. Lista de tareas inconclusas.
Conozco más el cero recurrente y un corto número de cosas.
Hablar de tiempo me parece absurdo. Será que lo desconozco… No siento ninguna duración…que habrá un mañana, una tarde, otra noche. Presiento constantemente un anacronismo en cada una de las cosas que trato. Una especie de despótica instantaneidad, de vulgar fugacidad. Las cosas se me resbalan. Esta ausencia de tiempo me despoja de pasado y de futuro. Y el presente es apenas una broma.
Permuto o sustituyo o muto en eventuales destinos que abandono no sé bien por qué.
Debilidad nerviosa.
…………..
Ningún sitio me cabe; por momentos apenas el campo, caminado por una hilera de árboles, perdido por alguna ruta, en esas amplitudes al margen de la civilización. Lugares sin una prolija urbanización. Más bien pertenezco a una suerte de inextensión.