Ciertas indigencias

Ciertas indigencias

Antes que nada, cenar la polenta para poner fuego en el corazón manso.

Enciendo el televisor para continuar viendo Las alas del deseo de Wenders.

¡Qué paciencia que tienen los extras!

Convertidos en extras

Estamos más fuera que dentro de la tierra: como en las películas—extras enmudecidos, esperando nada, tal vez ni siquiera aparecer en el encuadre, o de atrás sin rostro, en una multitud anónima.

Imperceptible pero con una percepción absoluta de mí mismo aunque fuese borrosa.

Anónimo para los demás, con mi nombre invisible grabado en letras con tinta de sangre azul.

Semejar un rey desposeído en un reino vasto y multitudinario, poseído por dentro en un recinto al que nadie ingresa, sin puertas ni ventanas.

Desconocía que poseía ciertas fuerzas. De ahí mi descorazonamiento, mi rebajamiento, mi sensación de no ser casi nada. Bullían con un hervor que me quemaba la cabeza. Sufrimiento por desposesión de sí mismo.

 

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