Fragmentos desesperados

Fragmentos desesperados

No se trata de saber si Dios o los Dioses existen sino tener la certeza de que la risa llega antes que la plegaria al cielo. 21

En cierto sentido el amor confiere insospechados momentos de eternidad, y hasta puede rozar la espalda de la muerte señalándole que hay algo aún más fuerte que la guadaña.

Es muy pertinente sentir que el amor es una enfermedad que se esfuerza por proteger de todas las otras.

El hombre es la presa predilecta de la mujer.SS

También en la demencia hay una lógica no menos racional que en la geometría…

La peor de las adicciones es no tener ninguna. Esta maliciosa época criminal, cuya pretensión es matar de cuajo todas las adicciones, terminará irremediablemente sucumbiendo a su intento. ¿Cómo? Creando esos seres que no tienen ninguna, y que entonces sufren a causa de la peor de todas…

El que busca al asesino termina confesando que es él mismo.

La malicia es tan sutil que pasa por la simulacion del bien. El bien, tan débil e ingenuo, se deja atrapar facilmente…

El mundo se está convirtiendo en un nido masivo de ratas laboriosas.

La realidad es tan cruel y será tan cruel siempre que no dejarán de existir predicadores del más allá.

La vida es trágica en su fuero más íntimo y cómica en su desenvolvimiento.

La reencarnación es el plácido refugio de los especuladores.

El arte es una expresión instintiva y no cultural.

No hay camino espiritual; hay espirales tragicómicos.

La vida: avanzar sin posibilidad de retroceder.

El todo, la unidad y la verdad, son fantasías de la imaginación.

Hoy tenemos “grandes pensadores” trabajando para soluciones eficientes de las multinacionales. Es que no han entendido que el pensamiento nada tiene que ver con los negocios aunque sí sea un gran negocio para ellos.

La muerte: alguien se va para nunca más volver.

Las mujeres son seductoras; los hombres, guerreros.

Todo es imprevisible, inesperado. No hay ninguna trama invisible preestablecida.

El hombre persiste en su oscuridad y eso es bueno.

Todas las promesas de iluminación son fantasías de los débiles que no soportan la oscuridad y la paradoja de estar vivo.

La escritura es una forma de la guerra con medios muy sutiles.

Hay escalones para subir, caerse, bajar; no templos.

Las mujeres están hartas del adulto varón porque está casi absolutamente domesticado por el mercado. Y ellas quieren un guerrero literalmente, no un laborioso.

Necesitamos más guerras en serio, no esta paz artificial y comercial.

La paz actual sólo conviene a las transacciones financieras y comerciales.

Occidente destruye Oriente porque lo envidia profundamente.

Los santos son agraciados chefs de sus propia lujuria—a tal punto que saben, como pocos, disponerla a fuego lento.

Cuando algunos precipitados escudriñan a la ligera si Dios existe, confieso con temblor que ya disponemos  de suficiente capital con la impenetrable inquisición — y que mejor sería decir: — esta lengua no está capacitada para  recitar semejante prominencia.

No se avanza; a lo sumo se retrocede para volver a empezar. El progreso es la inmoderada ilusión que nos toca para embrutecernos.

Lo que llaman “madurez” no es sino pudrirse con estilo.

El mal es tan preciso como el bien. Hace tanto bien como el bien hace mal.

Los gobiernos de hoy prefieren estupidizar a la gente en lugar de gobernarlas.

Los derechos humanos y la solidaridad son fantasías en comparación con la realidad cruda de la vida. Pero al hombre le gusta revestirse de buenas intenciones y creerse un abanderado del bien.

El bien es un insulto a la vida.

Domesticar futuros adultos: en eso consiste la educación escolar.

Los periodistas son parásitos de los políticos y éstos de los empresarios. Y estos últimos viven a costa de pueblos estupidizados por el capitalismo.

La globalización es el triunfo imperial de la cultura anglosajona aplaudida por casi todos como un show de payasos.

Hay más payasos en los gobiernos que en los circos.

El Marqués de Sade comprendío más profundamente la naturaleza sexual del hombre que el célebre Sigmund Freud, otro judio que, como Cristo pero en una proporción menor, prometía la salvación mediante la terapia.

Estamos lejos aún de comprender a Nietzsche. La vieja moral ha encontrado formas sutiles para mantenerse en vilo.

Mal que les pese a muchos de esos actuales consultores filosóficos que se enriquecen ilicitamente, la filosofía no ayuda. Sólo dispara. Es que no entendieron nada.

El infierno, como fantasía humana, es más vital que el paraíso. Por lo menos refleja con más realidad la vida sobre la tierra. El paraíso nos fascina porque nos gustan las mentiras más que las realidades.

Platón nos hizo prisioneros de la Verdad, peor prisión que la de las apariencias.

El castigo, el juicio y el tormento nace de las manos de uno que cree en la Verdad.

La Verdad es asesina.

La vida es única. La reencarnación es el consuelo de los especuladores.

La vida es un piso todo embarrado que ciertos hombres intentan limpiar en vano.

La trascendencia termina inevitablemente en superstición.

Los gobernantes están de más.

Si no fuera por las fantasías compensatorias de la religión y por la superproducción de productos innecesarios, estaríamos llenos de hospicios para locos.

La proliferación de productos habla de la insatisfacción actual del hombre.

Hoy todo se vende y se compra. Por ello la nobleza del hombre actual está en la vida del pordiosero que paga un precio altísimo al sustraerse de las implacables leyes del mercado.

En las escuelas nuestros niños se aburren y traducen ese aburrimiento en violencia. Como decía Jean-Luc Godard “son presos politicos”.

Esta civilización se hace a costa de muchos desposeídos, indigentes, marginales y pobres. Es normal que así sea. La economía de mercado vino a reemplazar al cristianismo que también supo proveerse de pobres a granel.

La cultura es una limosna para la burguesía.

El pensamiento, como siempre lo ha hecho y a pesar de todo, debe resistir a la opresión.

El hombre no se integra, se desintegra día a día.

Mientras sigamos pronunciando Cristo permaneceremos colgados a una cruz en lugar de actuar sobre el mundo.

Estamos enfermos de todas las enfermedades posibles porque nos hemos vuelto pasivos hasta los huesos.

La tecnología en lugar de darle poder al hombre se lo quita, sin que este tenga tiempo de darse cuenta.

La opresión tecnológica es de las peores que ha vivido el hombre, peor incluso que la religiosa.

Hoy en día hay más dignidad en uno solo que roba que en miles que facturan a costa del hambre de millones.

 

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